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La constancia, una exigencia en la catequesis

La constancia, una exigencia en la catequesis

Cuando no se ven resultados inmediatos de lo que hacemos en la catequesis, creemos que la obra realizada ha sido inútil. Son esos momentos de oscuridad cuando nos preguntamos ¿Ha valido la pena tanto esfuerzo? Sin embargo Dios mismo en su palabra nos da una respuesta: “Así dice el Señor: vuestra salvación esta en convertiros y en tener calma; vuestra fuerza esta en confiar y estar tranquilos” (Is 30, 15). Llegar a la adultez de la fe es fruto de la Gracia y de la constancia, un proceso divino y humano.

En algunos casos el catequista cree solucionar algunos problemas cambiando de grupo cada año, pero en la mayoría de los casos esto no es beneficioso para los miembros del grupo. En la paciencia del catequista, el grupo puede descubrir un reflejo de la paciencia y la misericordia que Dios tiene con ellos. La lección más importante que da el catequista en su labor, se transmite con su propia vida de fe no sólo por la autoridad de la que esta investido ni por toda la doctrina que conoce.

El cristiano de hoy vive reclamando constantemente novedades efímeras y está expuesto a la infidelidad por huir de compromisos a los que había dado su consentimiento; sin embrago la fidelidad es una condición necesaria para fecundidad personal y apostólica: “permanezcan en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecen en mí.”(Jn 15,4).

Si dedicamos poco tiempo a nuestros interlocutores de la catequesis, solo los conoceremos de forma superficial, si conocemos de forma superficial así mismo amaremos de forma superficial. Si dedicamos tiempo para conocer sus sueños, sufrimientos y talentos, los conoceremos profundamente, amaremos profundamente y descubriremos la huella de Dios que hay en ellos.

Que el Evangelio penetre en los niveles más profundos de las personas

Lo que hacemos en cada catequesis, no es una mera adaptación externa para hacer más atrayente el mensaje que damos.

Revisemos todo lo que hacemos en la acción catequética y aseguremos que cada dinámica, cada enseñanza, sea paso más hacia el interior de la persona que abre su corazón a la invitación de Jesús.