Espiritualidad para animadores de la JMJ (IV)

Espiritualidad para animadores de la JMJ (IV)

Animadores de la vida de Cristo
Para ser verdadero animador de la vida de Jesús, el animador debe disponerte y desear conocer a Jesús, para poder ser precursor del amor que experimenta y desea que todos reciban. El que anima a los jóvenes a la vida espiritual ha de irradiar esa espiritualidad que desea contagiar a los jóvenes, y esto lo hace cuando se encuentra enamorado de aquello que anima. ¿Cómo dar lo que no tiene? El secreto del animador está en su espiritualidad y en la pasión con que la vive. Para el animador, que prepara el encuentro de los jóvenes con Cristo, la vida ha de ser “Cristo” (Flp 1, 21). Los jóvenes a los que anima le buscan y se abandonan en la obediencia de lo que él les indique, con la confianza y esperanza de ver en él a Cristo (cf. Jn 12,21). Esto supone una llamada a elevar el tono de la espiritualidad del animador. Ayuda aquí aplicar para los animadores de la JMJ, las palabras de San Juan Pablo II, refiriéndose a los sacerdotes, animadores de la Fe y Vida de Cristo: “Un sacerdote conquistado por Cristo (Flp 3, 12) conquista más fácilmente a otros para que se decidan a compartir la misma aventura” (Jueves Santo 205). Es decir, que un animador enamorado de la vida de Cristo, enamorado de lo que anima, engolosina, atrae, enamora a los jóvenes que acompaña, con su testimonio apasionado de la persona de Cristo en ella.

El animador es un permanente alumno
de la escuela de Jesús.
A semejanza de los Apóstoles, los animadores, han de pasar por un camino de transformación, de conversión constante, de formación permanente para ser promotores de la vida de Jesús. Igual que los Apóstoles, que de personas dudosas y temerosas pasaron a ser anunciadores claros y valientes testigos de aquello que habían visto y oído (1Jn 1,3; Lc 10,23-24), de aquello que recibieron mientras estuvieron en la formación de animadores con Cristo, el Maestro. De personas anónimas, escondidas, y no comprometidas pasaron a ser pregoneros públicos de Jesucristo. De pescadores o personas ordinarias pasaron a ser personas muy parecidas a Jesús. Su vida y su trabajo cambiaron, se transformaron al servicio de Jesús. El cambio lo debe notar el mismo animador-discípulo de Jesús.
A semejanza de Juan Bautista, en presencia de la grandeza de Cristo, el verdadero animador advierte su poquedad y confiesa: “Este es aquél de quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre que ha sido puesto delante de mí, porque era primero que yo” (Jn 1, 30). Y su testimonio y su deseo como verdadero animador es que le conozcan a Él, que identifiquen al Enviado del Padre, y le sigan a Él, y encuentren lo que buscan: “He ahí el Cordero… “ (Jn 1, 36ss). Este testimonio hizo que los dos discípulos de Juan el Bautista lo abandonaran y se hicieran seguidores de Jesús (cf. Apoc 14,36ss). Así el verdadero animador espiritual de las cosas de Jesús.

El animador sigue la propuesta de Jesús.
Jesús llamó a los Apóstoles y les expresó lo que les ofrecía y lo que esperaba de ellos. A nosotros, como a ellos, nos plantea: “Ven y sígueme” (Mt. 19, 21), “vayan y evangelicen” (Mt. 28, 19), “Yo estaré con ustedes siempre” (Mt. 28, 20b).
-Con el “Ven” nos ofrece su presencia y amistad y nos pide que nos unamos a Él.
-Con el “Sígueme” se nos ofrece como modelo, como camino y como guía. Nos pide que lo imitemos y asumamos sus sentimientos, actitudes y estilo de vida. Espera que nosotros recibamos la vida nueva y vivamos su vida en nosotros. Que suceda como en San Pablo, quien expresaba: “Ya no vivo yo, sino es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2, 20).
-Con el “vayan” nos está indicando que El nos ofrece una orientación, una misión y una compañía. Él espera que nosotros lo sigamos, saliendo de donde estamos para ir como sus ayudantes y colaboradores. Él nos pide una disponibilidad para sintonizar con sus pasos, con su orientación y con su ritmo salvador. El nos pide que vayamos como “enviados” suyos a servir a nuestros hermanos. Nos dice que hemos de ir con El, podemos contar con su compañía. Jesús nos ofrece “vida nueva” para que la compartamos con los demás. Nos ofrece transformarnos como lo hizo con los Apóstoles. Y su estilo es el de un amigo, un maestro y verdadero animador, un salvador, que se acerca a nosotros y espera que recibamos lo que nos ofrece y que colaboremos en su Obra.