Espiritualidad para animadores de la JMJ (II)

Espiritualidad para animadores de la JMJ (II)

¿Qué ha de identificar a un animador?
La espiritualidad y sabiduría divina es cosa práctica, no teórica, y quien la adquiere espontáneamente la refleja en el comportamiento que tiene en la vida, es decir del “testimonio de vida”, carta de presentación y fuente de fecundidad de todo creyente, de todo animador, de toda vida religiosa. La disponibilidad de asumir compromisos, por parte de la juventud, requiere de animadores que les den testimonio de convicción y de vida, en aquello que les piden a los jóvenes asumir. Es acoger aquella invitación de Pablo al joven Timoteo: “debes ser un ejemplo para los creyentes en tu modo de hablar y de portarte, y en amor, fe y pureza de vida” (1Tim 4,12).
A un buen animador le ha de identificar la vida que testimonia, y en esto radica la fecundidad de la Iglesia y de la vida vocacional que anhelamos. “La Iglesia, decía Benedicto XVI, no crece por proselitismo, crece por atracción, por testimonio”. Necesitamos animadores que con verdadera espiritualidad “atraigan” a los jóvenes, y de igual manera tendremos jóvenes que atraigan a otros a vivir el encuentro con Cristo, y a decidirse por Él, en lo que les pida. La verdadera espiritualidad es la que atrae a los demás con alegría, con esperanza, con ilusión; es la que inspira deseos de encuentro con Cristo, la que hace decir “queremos ser como ustedes”. Todo esto es causa de atracción y “la atracción la da el testimonio” (Papa Francisco).

Y ¿Qué es el testimonio?
Es “vivir de tal manera que otros tengan ganas de vivir como nosotros, que otros se interesen en preguntar ¿por qué hacen eso? ¿cómo logran hacerlo? ¿cómo puedo yo ser así? No hay mejor lección, mejor animación que la que es animada por el testimonio de vida. Qué hermoso sería que Jesús dijera de todos los animadores de la JMJ2019, tal como dijo del joven Natanael: “He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño” (Jn 1,47).
Un verdadero animador para los jóvenes debe tener este sello: alguien en quien no hay engaño, en quien no hay doblez, cuya identidad sea la de “ser el que es”. Sin duda la juventud que anima está asegurada, las ovejas le siguen porque conocen a su pastor (cf. Jn 10,27). Jesús en todo nos dio testimonio, y no pedía nada que Él no estuviera viviendo o no hubiera vivido.

Comprometido a dar testimonio: “
EN TODO Y A TODOS”
El animador sabe que “nosotros no somos salvadores de nadie, somos transmisores de Alguien que nos salvó a todos. Y eso solamente lo podemos transmitir si asumimos en nuestra vida en nuestra carne, en nuestra historia, la vida de ese Alguien que se llama Jesús” (Papa Franciscco). Y este “asumir” es “testimoniar” a Jesús. Los jóvenes han de ver a Jesús en el animador, quien está llamado a dar testimonio de Él en “todo y a todos”.
No sólo en las actividades y compromisos directos con los jóvenes: encuentros, catequesis, celebraciones. También fuera de esos encuentros: la coherencia de vida de hogar, de la vida laboral, en obras de caridad (Mt 25), tanto en la vida soltera como de casado, y en la comunión y coherencia en la misma Iglesia en la que sirve, donde ha de ser persona de comunión, de compromiso y fidelidad, puntualidad, de transparencia, de persona responsable y confiable.

¿Cómo vivo yo? Es la pregunta del animador.
El que vive lo que busca transmitir, sabrá llevar lo que se le encomienda, y sabrá llegar. Al animador que así anima le mueve en todo “el bien de los que están bajo su responsabilidad o animación”, y todo será para bien de todos. La pregunta que se ha de hacer siempre es ¿cómo vivo yo? Y de lo que se ha de cuidar es de no tener vida doble, no mezclar vida cristiana y vida pagana, y ser el primero en vivir lo que pide a los que anima, a los que están bajo su responsabilidad. Su atención ha de estar en “ser creíble”, es “ser tal que valgan sus acciones, sus oraciones, sus trabajos, sus sacrificios” (Sta Teresa).
El testimonio es una consecuencia de una opción de vida, y quien ha optado, se ocupa que su respuesta sea una vida fiel, honesta, obediente, casta, en relación a lo que ha comprometido o consagrado, pues sabe que “sin testimonio no podremos ayudar a ningún joven”, y no habrá fecundidad vocacional y espiritual en su apostolado animador de la JMJ.