El don del Espíritu Santo

El don del Espíritu Santo

Jesús lo anunció: “Y yo rogaré al Padre, y les daré otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero ustedes le conocen, porque mora con ustedes, y estará en ustedes, … y los llevará a la verdad completa” (Jn 15, 26; 16, 12-13). El espíritu que había dentro en la carne del mismo Jesús es el que hoy nos sella para vida eterna y mora en nosotros. Por eso tenemos la mente de Cristo y podemos entender los misterios y profundidades de Dios: “Y por cuanto son hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (1Cor 2,10-16; Ef 1,13-14).

¿Qué significa Pentecostés?

Es el quincuagésimo día después del Domingo de Pascua, día que se celebra: la fiesta de las semanas, la fiesta de la cosecha, el día de los primeros frutos. La Escritura Sagrada nos lo presenta así: “Luego contarás siete semanas; las contarás desde el día en que comiences a cortar el trigo. Entonces celebrarás la fiesta de las Siete Semanas a Yahvé, tu Dios, haciéndole ofrendas voluntarias según lo que hayas cosechado por la gracia de Yahvé, tu Dios” (Dt. 16, 9-10).

En el Nuevo Testamento, pentecostés representa el cumplimiento de la promesa de Cristo: “Les dijo: ‘Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pe-cados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto. Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba’” (Lc. 24:46-49).

Es la fiesta del Espíritu Santo

Es la “Tercera Persona de la Santísima Trinidad”. Habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con a Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente (Hechos 2, 1-11). Jesús, después de resucitar y subir al cielo, envía a la Iglesia su Espíritu para que cada cristiano pueda participar en su misma vida divina y se convierta en su testigo en el mundo” (P. Benedicto).

¿Por qué es importante?

El Espíritu Santo producirá en nosotros el fruto de la “verdad” y moldeando nuestra vida conforme a la verdad que recibimos, obtendremos la “libertad” que necesitamos. Pero solo lo hará si le entregamos nuestro corazón completamente: “Y me buscarán y me hallarán, porque me buscarán de todo corazón” (Jer 29,13). Puerta abierta para recibirle es hacerlo con corazón sincero, mientras que con corazón imperfecto no gozaremos de los frutos del Espíritu: “El Señor le dijo a Samuel. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón” (1Sam 16,7). Conocer la verdad y obedecerla exteriormente “sin tener una relación íntima con el que “Es” la verdad no nos sirve de nada”. Vivir la verdad, el Espíritu pro-metido por el Señor, nos alcanza la libertad (Jn 8,32), y es la fuente de la santidad, si de verdad se le recibe: Padre, “santifícalos en la verdad, tu palabra es verdad” (Jn 17,17). Es este mismo Espíritu Santo el que mueve a la juventud, a toda la Iglesia, el que les llama a escuchar al Pastor y hacerse peregrinos de Dios.

PENTECOSTÉS: Aquí surge la Iglesia y recibe el fuego del Espíritu Santo, que no llena la mente de ideas y conceptos, sino que hace arder el corazón. Aquí la Iglesia es investida por el Viento del Espíritu, que no transmite un poder, sino que dispone para un servicio de amor, de amar, que es un lenguaje que todos pueden entender, y que hace posible hasta lo imposible al hombre.