Busca en tu interior lo que te falta

Busca en tu interior lo que te falta

Los hombres de la posmodernidad hemos apostado por la dispersión, nos hemos olvidado de la interioridad para volcarnos hacia el exterior, rehuimos los silencios, tenemos miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos.
Hemos aprendido a ser felices en el sentido más biológico que pudiera imaginarse, una pobre y ramplona felicidad que hemos fabricado a nuestra medida pensando que no hay otra, pero en esto nos equivocamos.
Si queremos, podemos lograr momentos de íntima reflexión. Sólo hace falta recordar a aquel joven disoluto de Hipona llamado Agustín, que cuando más decepcionado se sentía de la vida vivida a ras de tierra, tuvo el coraje de adentrarse en su interior, tratando de hallar respuesta a sus angustiosas preguntas y buceando en lo más profundo de su ser, allí encontró lo que no había podido encontrar fuera; allí pudo comprobar por propia experiencia que la única felicidad posible en este mundo está dentro de nosotros mismos.
Aunque no vaya con los tiempos seguirá siendo oportuno mantener vivo el espíritu cuaresmal, que nos invita a reflexionar sobre nuestra condición de seres humanos y nos trae a la memoria que sólo somos viandantes que estamos de paso para madurar, aprender, amar y volver a casa. Bastaría este solo pensamiento para llenar muchas horas de íntima reflexión, que acabaría llevándonos a la conclusión de que casi todo en nuestra vida es relativo e
irrelevante. En algún momento tendremos que comenzar a derribar muros, a remover todos los obstáculos que impiden que la voz del espíritu se haga oír en nuestras vidas; necesitamos espacios purificados, vacíos de todo lo superfluo y lo nocivo, en los que podamos asentar nuestra morada. Es por
aquí por donde debiéramos comenzar si queremos llenarnos un día de esencialidades trascendentes y ser sujetos con capacidad de amar indiscriminadamente, rebosantes de autenticidad y comprensión, de
entrega y generosidad.