Perdonar de corazón

Perdonar de corazón

Cuántas veces, por formalismo, le digo a la persona que la perdono, pero por dentro llevo la espinita. No me es fácil perdonar de corazón. No me es fácil querer de corazón a aquella persona que me ofendió. Y actúo así. Guardo ese rencor. Incluso a veces siento el deseo de vengarme.
Empiezo a criticar por dentro a la persona. Pienso que ella es quien tiene los problemas. Es que es antipático, no tiene sentido del humor, él tuvo la culpa… pero eso sí, yo tenía muy buenas intenciones, yo que soy buena gente, yo siempre hago las cosas bien. Pero me doy cuenta que el que está equivocado soy yo. Me doy cuenta que la viga que tengo es mucho más grande y que a veces yo soy el que tengo el problema.
Sí es verdad, nadie es perfecto. Y en los otros siempre encontraré problemas y debilidades. Pero también es verdad que muchas veces está en mi corazón. Sin duda que muchos problemas se solucionarían si antes de juzgar a una persona examino mi interior y busco el problema dentro de mí.
Jesús no pone límites a la hora de olvidar las faltas. Además nos dejó un sacramento, el de la Penitencia, para borrar los pecados que cometiésemos contra Él, contra Dios. De ahí sacamos una lección de misericordia y de amor. Así como Dios perdona, igualmente debemos hacer nosotros con todos aquellos que nos perjudican. Perdonar es vivir la caridad. Aunque sea costoso y se oponga a nuestros sentimientos y pasiones, es la mejor manera de manifestar nuestra correspondencia al amor de Dios.
El perdón es una manera de vivir muy cristiana, y muy necesaria, sobre todo en los ambientes donde reina el odio y la venganza. Dicen que las guerras no se vencen con la fuerza de las armas, sino con el poder del perdón.