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Si nos empequeñecemos ante los campesinos, ellos saben ser grandes

Si nos empequeñecemos ante los  campesinos, ellos saben ser grandes

Apegado a su estilo de vida campechano, monseñor Aurelio García Pinzón ha tratado de ser fiel a Jesucristo, y eligió vivir la pobreza, según sus propias palabras.

Sentado allá, en el salón comedor del Centro Pablo VI de Penonomé, masticando lentamente un almuerzo de plátano y carne, conversó con este medio al estilo campesino, entre chanza y chanza, con la risa a flor de labios.

Monseñor García, ya con los años marcándole el camino, encorvando su  espalda y debilitando sus piernas, habló alto y claro sobre el papel que juegan los sacerdotes en la vida de la comunidad.

“He tratado de ser fiel a la palabra de Jesucristo”, dijo. Con 30 dólares mensuales, hizo su labor pastoral, especialmente en los campos de Penonomé, aunque es oriundo de Atalaya. “Yo soy comeñame de Atalaya”, recalcó entre risas.

Y llegó el momento de ponerse serio al recordar su vida pastoral. Explicó que monseñor López, hace muchos años, le dio la responsabilidad de pastorear en el campo, por eso su encuentro con los campesinos fue providencial, señaló.

Él hizo hasta de conductor entre Penonomé y La Pintada y quedó de párroco. Pero en los campos vio mucha pobreza y falta de educación. Eso lo marcó. ¿Qué hago?, se preguntó.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que las visitas que hacía a las comunidades para evangelizar no eran suficiente para ayudar a los campesinos. Tenía que cambiar el sistema y pensó en la educación.

Comenzó a reunirse y a tener encuentros con la gente de las comunidades y se le ocurrió que podría abrir un seminario en Penonomé, porque “educar también es evangelizar”, resaltó.

Con el apoyo de la Iglesia, la comunidad y entidades se hizo el Centro Pablo VI para preparar a los delegados de la palabra de los distintos campos. Ellos se hospedaban en el centro y se iban a cumplir su misión una vez formados.

Luego, muchos entraron al Seminario Cristo Sembrador, que aportó a la Iglesia más de 20 sacerdotes.

Hoy, siente que su vida sacerdotal, 58 años después de iniciada, dio frutos. Él fue ordenado sacerdote el 5 de junio de 1960.

Nunca se cansó de pedir a los campesinos que enviaran a sus hijos a las escuelas. Ahora, después de tantos años, les pide que los envíen a las universidades, tomando en cuenta que ya comunidades pequeñas, como San Miguel Centro, en el norte de Penonomé, tiene universidad.

Misión de vida

Según monseñor García, “si uno se empequeñece ante los campesinos, ellos saben ser grandes. Hay que tener conciencia de que son personas y tienen que ser atendidos”.

Está convencido de que es importante que los sacerdotes caminen con la gente pobre, que no se “amachinen”, que no les den la espalda porque así no se gana nada ni para Cristo ni para la Iglesia.

Para eso hay que tener consagración y dedicación, gozar estar al lado de un campesino, destacó. Y citó al papa Francisco: “No tanta oficina”.

Para él, el servicio más eficiente es estar con los pobres, preguntarse “qué hago yo por los pobres”. No se trata de hablar de los pobres, sino con el pobre, manifestó de manera eufórica, mientras terminaba la entrevista y era ayudado a subir al auto que lo llevaría a su casa, en Chigoré de Penonomé.