,

Los inmigrantes y refugiados no vienen con las manos vacías

Los inmigrantes y refugiados no vienen con las manos vacías

Revisemos muy bien nuestro sentir cuando se dice “Panamá para los panameños”, nuestra cultura puede ser enriquecida, animada y proyectada hacia adelante si valoramos los tesoros culturales que traen nuestros hermanos migrantes. Desde siempre hemos sido un lugar de paso y si tuviéramos mayor apertura en el tema entenderíamos que de esta manera se enriquecen la vida de las naciones.  Así lo afirmó monseñor Pedro Hernandez, Obispo del Vicariato de Darién en la celebración eucarística con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. 

El Obispo explicó a los feligreses que desde siempre el istmo ha sido lugar de paso, “hace unos años tuvimos la avalancha de los extracontinentales que venían de Sri Lanka, de la India, también muchos hermanos bolivianos y peruanos, que buscaban llegar a los Estados Unidos y para ellos Panamá era paso obligado en su  largo recorrido”.

Luego los hermanos colombianos vinieron huyendo de la violencia causada por la guerrilla, otras familias de Centroamérica salen de sus países para que sus hijos no sean reclutados por las maras.  Y ahora los venezolanos que huyen de una terrible crisis humanitaria.

“En Darién vivimos una fuerte experiencia con casi 5 mil personas varadas en la frontera que sólo tenían el sueño americano. Desde Cáritas Panamá  se buscó darles un trato digno, humanitario. Como cristianos estamos llamados a tenderles la mano, debemos ayudarles a descubrir su dignidad como persona, para que crezcan en solidaridad y confianza. Tal como lo  ha pedido insistentemente el papa Francisco, debemos buscar la integración”, dijo el Obispo.

Hizo un llamado a las autoridades gubernamentales para que mejoren las condiciones de los migrantes en cuanto al visado, permisos de trabajo y la protección de estas personas.

En el marco de esta celebración, la Pastoral de Movilidad Humana de la Arquidiócesis de Panamá realizó una jornada de sensibilización con atención médica y asesoría jurídica a refugiados que llegaron a la Basílica Menor Don Bosco.    

Con ganas de progresar

La salvadoreña Francisca Martínez llegó a Panamá hace un año. Relata que se vio obligada a escapar de su patria, ya que fue secuestrada junto a su abuelo de 90 años. Aunque no tiene permisos para laborar por su condición de refugiada ha buscado la forma de ser productiva. Gracias a una beca que le otorgó la Cruz Roja Panameña pudo estudiar cocina. Actualmente  forma parte de un grupo de refugiados que se apoyan entre sí para poder subsistir.

Yolanda Reyes tomó la difícil decisión de venirse a Panamá hace tres años para salvar el futuro de sus hijos. “Desgraciadamente en Honduras corríamos el riesgo de que a nuestros hijos se los llevaran las maras, nos presionan para que paguemos fuertes cantidades de dinero a cambio de la vida de los hijos. Hoy anhelamos que aquí tengamos oportunidades, mis hijos desean estudiar en universidades y no pueden. Yo tampoco puedo laborar como educadora”.