La oración es el espacio y camino para el encuentro con Jesús

La oración es el espacio y camino para el encuentro con Jesús

Orar es “tratar de amistad estando a solas muchas veces con quien sabemos nos ama” (Sta Teresa, V 8,5), trato que implica conocer y sentir que Aquel a quien quiero hablar, con quien quiero encontrarme, comunicarme, es mi amigo, alguien en quien puedo confiar y esperar atención y ayuda, alguien a quien amo y sobretodo me ama y me espera, porque Él desea hacerme experimentar su presencia dentro de mí. Esta “experiencia” el Señor no dejará de dárnosla en la medida en que nosotros queramos encontrarnos y dejarnos encontrar por Él, con una preparación espiritual, que supone una intención amorosa, pura, recta y sincera, que Dios verá en la fe, en la verdad y humildad de nuestro corazón. Propongo una reflexión que de material para la preparación espiritual personal y/o comunitaria y familiar ayudado de San Juan de la Cruz.

En su oración y canción conocida como “Suma de Perfección” que dice: ““Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior y estarse amando al Amado”, podemos hacer un itinerario de cuatro jornadas, una por cada verso. Hoy la primera.

Olvido de lo criado

El primer paso es purificador o ascético, el cual supone el mayor trabajo del orante-peregrino de Dios. Si realmente deseo encontrar al Señor o ser encontrado por Él, y entrar en ese tratar íntimo con el Amigo amado, mi mente y corazón deben estar libres de atención y apego a causas ajenas a Él, que me impidan centrarme en su presencia y amor, y pueda atender lo que Él quiera comunicarme. Es preciso “estar a solas”, en vacío de ataduras de criaturas, en soledad y silencio de la mente y del corazón, porque es sólo a ÉL a quien busco y a quien deseo encontrar, ver, escuchar.

Olvido de lo creado implica la purificación activa (del alma), y pasiva (de Dios al alma), para la unión con Dios. En la base está el callado amor de Dios, sin el cual es imposible una verdadera purificación del alma. Supone desprenderse de toda criatura baja (material) o alta (Ángeles, personas), para buscar a Dios, pues ninguna de ellas es Dios; y obliga a renunciar el camino que se llevaba para ir tras el camino de Dios. Es la invitación de Dios al vaciamiento, desapropio, alejamiento, liberación de toda afición temporal, carnal, material, y “salir de las estas periferias mundanas en las que olvidamos el cuidado del alma, y así buscar a Dios “dejando tras sí toda afición”.

¿Olvido o vacío ¿de qué?

De recuerdos, vivencias, imágenes, conceptos, prejuicios, ataduras, … que haya almacenado en el interior de nuestra vida y lleve al alma a la periferia del olvido. Es liberar la atención a lo que no es Dios y centrar todo el dinamismo en Dios.

¿Cómo hacerlo?

Tener clara la meta: “la unión con el amado”, el encuentro con Él. Este deseo debe estar con certeza de la mente del joven y peregrino que renuncia a lo creado. De otra manera no le podrá encontrar.

Saber que las virtudes son el medio purificador: y la renuncia o purificación del alma promueve y lleva a la práctica de las virtudes, únicos medios apropiados para abordar la esperanza de Dios, el verdadero encuentro espiritual con Él. La Fe se encarga de purificar el “entendimiento”, la Esperanza purifica la “memoria”, y la Caridad la “Voluntad”. El agente purificador verdadero es el Espíritu Santo, y las criaturas, de las que hay que hacer el vaciamiento, todas son rastro de Dios, pero no son Dios (2Sub 8,3).

Saber que Olvidar es un proceso lento. Es limpiar el alma de todo el lastre que se pega en el camino y que le impide “salir tras Ti clamando”, y no entretenerse en montes y riberas. Se impone el vaciamiento llamado “olvido” porque: “cuando reparas en algo (en esta vida) dejas de arrojarte al Todo (Cristo)”. Y porque “si quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios tu tesoro” (1Sub 13,12), y porque “los bienes grandes de Dios no caben ni caen sino en un corazón vacío y solitario” (Cta.15.17). Y la felicidad y satisfacción del corazón no se halla en la posesión de las cosas, sino en la “desnudez de todas ellas y la pobreza de espíritu” (CB 1,14). Mochila vacía de todo apego al creado porque “para buscar a Dios se requiere de un corazón desnudo y firme, libre de todos los males y bienes que puramente no son Dios” (CB 3,5).