La JMJ bajo el amparo de Santa María la Antigua

En este 2017, la Iglesia Católica en Panamá celebra su aniversario número 504 de haber sido creada la primera diócesis en tierra firme, en ese continente americano. Este acontecimiento de manera especial reviste de una vital importancia, porque nuestro país se prepara para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), en este pequeño istmo.
Panamá en el 2019 será la sede de la capital de la juventud mundial, con muchas expectativas de lo que podemos ofrecer como país, como nación multiétnica y pluricultural, con una fe centrada en la figura de Jesucristo, pero con una profunda devoción a su madre la Virgen María.
No podemos olvidar que la historia de esta nación, está entrelazada a la historia de nuestra fe, traída hace más de 500 años, porque sería ignorar los orígenes de nuestra identidad.
Ahora tenemos la oportunidad de profundizar sobre la figura de María, en el proyecto de salvación, durante la preparación en la misma JMJ. El Papa ha elegido un itinerario mariano con los temas: en la XXXII Jornada Mundial de la Juventud, 2017, «El Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí» (Lc 1,49); en la XXXIII Jornada Mundial de la Juventud, 2018
«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios» (Lc 1,30) y en la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud, 2019, “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc, 1, 38).
Nuestro país necesita volver a sus raíces, a los valores que lo han engrandecido, que le han hecho soñar y obtener grandes logros. Por eso, nuestro plan pastoral en la Arquidiócesis tiene como meta precisamente esto: atender en su primera etapa la crisis de identidad que tenemos los panameños, la crisis familiar, la crisis de fe.
Este Plan pastoral, es el instrumento para la conversión pastoral y la renovación misionera de nuestra Iglesia local, para anunciar mejor el Reino de Dios; para responder mejor a los signos de los tiempos; para ofrecer un servicio evangelizador más eficaz e iluminar los problemas de la sociedad panameña.
Su aplicación depende de la espiritualidad de comunión de cada uno de sus miembros. Como somos una Iglesia que camina en la esperanza y está bajo la protección de Santa María La Antigua, vemos en la Jornada Mundial de la Juventud, una oportunidad para dinamizar –a partir de los jóvenes- las estructuras, los métodos para evangelizar.
En ese sentido el pontificado del papa Francisco, nos presenta un marco muy particular, porque su magisterio, es el magisterio de la Iglesia Latinoamericana y Caribeña. Con su dinamismo, nos está “movilizando a todos” sin excepción, en cuanto al llamado a la conversión personal y pastoral; y en cuanto a una práctica misionera que no busca el proselitismo religioso, ni tampoco quedarnos en ser autorreferenciales, sino de quien ha experimentado el encuentro con el mismo Cristo y desea compartirlo con los demás.
Así nos lo recuerda el papa Francisco: “no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. Desde la construcción de una Iglesia no crece por proselitismo, sino «por atracción» (EG, 14).
San Juan Pablo II, nos regaló este encuentro juvenil internacional, único como ningún otro. Hagamos de este proceso de preparación y realización de este evento un itinerario para afianzar el protagonismo de los jóvenes, para que sean ellos los que asuman cada espacio de esta misión con valentía y con renovado compromiso para ser esa Iglesia en salida, que invite a otros, especialmente a los alejados, a los de las periferias existenciales y geográficas a vivir esta experiencia de encuentro, que les transformará la vida y nos transformará también a la misma Iglesia y a la sociedad.
Seamos protagonistas de la historia porque la vida es linda siempre y cuando queramos vivirla, siempre y cuando queramos dejar huellas. Que nuestra huella sea de amor, de esperanza y de caridad.
El reto más importante que tenemos es encarnar a Jesús en la realidad juvenil, y el de convertirnos en evangelizadores, en pescadores de adolescentes y de jóvenes, de chicos y chicas que por nuestro servicio van a conocer, amar y servir a Jesús. Pero debemos hacerlo con el lenguaje de los jóvenes, con el estilo de los jóvenes. Yo pienso que tenemos que resaltar las características de la vida de los jóvenes para poder realizar esta invitación de Jesús.
No estamos solos en esta etapa de nuestra historia, ayer como hoy contamos con nuestra Señora de la Antigua, que entre luces y sombras, ha sabido guiar a este pueblo por los senderos del bien.

Mons. Audilio Aguilar Aguilar / Obispo de Santiago