,

La iniciación cristiana rompe barreras

La iniciación cristiana rompe barreras

La conversión de un eunuco de la región de Etiopía al sur de Egipto, puerta del África negra, nos dice que el Evangelio, superando las fronteras de la razas, llama primero al África negra al cristianismo, antes que los blancos del occidente.

Este eunuco está al servicio de Candace, reina del país de Méroe, territorio situado “en los extremos de la tierra”, cumpliéndose así lo dicho en Hech 1,8: “Serán testigos míos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta el confín del mundo”.

Se trata de un hombre castrado que no podía frecuentar las reuniones en el Templo (Dt 23,2) y además esclavo, aunque fuera ministro-administrador de los bienes de la reina. Vemos cómo el cristianismo, rompiendo barreras de clase social, acoge marginados, acepta a todos. 

A través de Felipe (judío helenista converso) y el Etíope (un marginado), el texto demuestra que nadie puede impedir la voluntad de Dios y nos enseña los pasos de la iniciación cristiana.   

Primero: Ir al encuentro de las personas: Felipe va al encuentro del Etíope y, obedeciendo, cumple la voluntad de Dios. 

Segundo: acercarse y acompañar: Felipe muestra interés, le oye leer y le pregunta si entiende lo que lee.

Tercero: Leer la Biblia con otros: El Eunuco lee el pasaje  de Is 53,7–8, y Felipe le explica que habla de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Cuarto: La catequesis primitiva culminaba con el bautismo. El eunuco cree y pide a Felipe el bautismo.

Se integra al pueblo de Dios otro pueblo (etíope), otra raza (negra), otra clase social (esclavo), un marginado (eunuco=castrado).  Es la puerta que está abierta para todos.  De ahora en adelante, cualquier prejuicio o barrera es un contratestimonio.