La enseñanza principal de la Sagrada Familia

Hemos aprendido tanto sobre el tema de la familia y han sido tantas las enseñanzas que se desprenden de toda la iluminación que se nos da a la luz del misterio y el don de la Sagrada Familia de Nazaret. En las pocas líneas que los Evangelios nos presentan vemos un modelo extraordinario de algunos aspectos y elementos que debe tener toda familia, en este sentido, reflexionar, profundizar e iluminar la vida familiar a la luz de esta pequeña comunidad de Jesús, María y José, de la cual podremos sacar grandes y valiosas aportaciones para nuestro diario vivir.

Quizá uno de los aspectos significativos dentro de las pocas escenas que nos presenta la Sagrada Familia, están esas situaciones algo conflictivas que se le presentan a María y José ante el misterio de la Encarnación. La angustia que sentirían pidiendo posada y todas las incomodidades de aquel espacio indigno, la huida a Egipto, como también la ausencia del Niño Jesús cuando se extravió en el templo.  Asimismo experimentaron la alegría de la espera y llegada del Niño. Unos padres llenos de tremenda admiración y bendición por el Don de Aquel Niño que el Padre Dios les confiaba.

En estos episodios, del buscar posada, el llegar a una casa y sentir el rechazo por la comprensible desconfianza que produce un desconocido, un forastero; sobre todo en esos momentos más críticos del embarazo de María, lejos de su hogar y de sus conocidos. José y María experimentan el desamparo, la indigencia, la miseria de no ser tratados como hermanos, como familia o amigos, sino como extraños ante una urgencia, buscando un espacio de paz, un sitio que les brindara el calor de la acogida.

De igual modo, el salir de la comodidad del hogar para enfrentar un lugar desconocido y en medio de la persecución de Herodes, fue toda una experiencia llena de temor y dramatismo que vivieron estos dos grandes personajes elegidos por Dios para custodiar y acompañar al Mesías en los inicios de su misión redentora. Fue impresionante y quizás desconcertante el anuncio del Ángel tanto para María como para José; fue una explosión de alegría la visita a Isabel y el gozo y regocijo de los ángeles, los pastores y los personajes de oriente, pero fue también una experiencia llena de tantas incertidumbres el buscar hospedaje en Belén y el salir llenos de temor Egipto.

Estas dos escenas del buscar posadas y de escapar a Egipto, nos hace reflexionar y precisamente el Papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz este primer día el año 2018, hace un llamado acerca de los migrantes y refugiados como hombres y mujeres que buscan la Paz. Hombres, mujeres, ancianos, niños y jóvenes de diferentes edades que se ven obligados a salir anhelando una vida mucho más digna,  soñando con poder encontrar una posada, un espacio donde puedan sentir el calor humano y las oportunidades y reedificar sus vidas, alcanzar aquello que les brinde una vida mucho más digna.

Ante esta problemática que se vive a escala mundial, y también en nuestras regiones locales, personas que buscan trabajo para poder responder a las necesidades de los hijos y del hogar, entran en ambientes laborales donde son tratados con desconfianza, muchas veces abusando de ellas por falta de conocimiento sobre sus derechos laborales. Hombres y mujeres que buscan la Paz, que esperan ser aceptados y encontrar ese espacio que los hace sentirse dignos.

Son experiencias tan difíciles para quienes salen de su tierra, y esperan se les abran las puertas para ser acogidos. El Papa Francisco nos propone cuatro fundamentos: acoger, proteger, promover e integrar; puntos que han de brotar de una contemplación humana y de fe sobre esta realidad, del principio de solidaridad y de la sensibilidad hacia estos hermanos. La pequeña familia de Nazaret también experimentó la angustia, el temor y la incertidumbre, momentos críticos que tuvieron que sufrir.

De igual modo, ante esta llamada que nos hace el Santo Padre de abrir la mirada del corazón, de contemplar estas situaciones tan dolorosas desde la misericordia, también hay una llamada a la esperanza y a la fortaleza reflejada en la enseñanza principal que nos da la Sagrada Familia… su fe en Dios. La fe como ciertamente entendemos, desde una relación personal, íntima, que llega a contemplar en los pequeños y grandes detalles de la vida el Amor de Dios.

María y José asumen en silencio todo cuanto el Señor a través del ángel les anuncia, expresado en la docilidad de la respuesta y el asumir la voluntad de Dios sin reclamos ni condiciones, sino pidiendo luces como María -cómo podrá ser esto, pues no conozco varón (Lc 1,34)-, pero asumiendo con diligencia y prontitud por la confianza en el Señor.  Es ese amor que han experimentado de Dios y su respuesta se expresa en la confianza y la docilidad a la obra que realiza en ellos.

El imitar a la familia de Nazaret no es sólo un ideal sino una posibilidad. El mismo Espíritu Santo que la animó, también anima hoy a la familia cristiana. Él es el Espíritu de Amor que desea transformar a todas las familias y hacerlas una reproducción, lo más fiel posible, de la familia de Nazaret.

Dios tiene su proyecto sobre la familia. Lo importante es realizar este proyecto: quiere que sea un gran medio de evangelización en el mundo. La familia cristiana tiene que ser luz en el mundo de hoy.

Monseñor Rafael Valdivieso Miranda  / Obispo de la diócesis de Chitré