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Jóvenes: estén atentos a la Palabra

Jóvenes: estén atentos a la Palabra

Durante estos días hemos celebrado con inmensa alegría la Navidad, que es el nacimiento de nuestro Salvador. Nos dice el Apóstol S. Juan: “la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros” (Jn. 1,14). Lo que caracteriza la fe cristiana es la certeza de que el hombre Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne, la segunda persona de la Trinidad que ha venido al mundo. Esta es la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos. Dios, el invisible, está vivo y presente en Jesús, el hijo de María, la Madre de Dios. Jesús de Nazaret es Dios-con-nosotros, el Emmanuel, ya lo dice el apóstol s. Juan en su carta “lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida, nosotros la hemos visto, les damos testimonio y les anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó” (1º Juan 1,1-3).

Permanezcamos admirando al recién nacido que María ha dado a luz, envuelto en pañales y acostado en un pesebre: es Dios mismo entre nosotros. Miremos a Jesús de Nazaret, por algunos acogido y por otros despreciado y rechazado: es el Salvador de todos. Adoremos a Cristo, nuestro Redentor, que nos rescata y libera del pecado y de la muerte: es el Dios vivo, fuente de la Vida. Solo ante Él seremos contemplativos y amantes de la oración, coherentes con nuestra fe y generosos en el servicio a los hermanos, activos en la Iglesia y constructores de paz. Pero para poder realizar el proyecto de Dios en nuestras vidas es necesario estar atentos a la escucha de la Palabra y acogerla generosamente, al mismo tiempo saquemos fuerza de los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía y la Penitencia.