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Jesús envía a los doce

Jesús envía a los doce

En este pasaje de Lucas 9, 1-10, el evangelista muestra a los miembros de su comunidad que Jesús envía a sus discípulos, y ellos deben continuar la misión de quien los envía: salir a anunciar la buena noticia del Reino de Dios (9, 2.6), con el estilo de Jesús (9, 3-4) y realizando sus mismos signos, como expulsar demonios (exorcismo) y sanar enfermos (9, 1.6). Deben ir desprovisto de todo (9, 3) y no llevar nada más que el poder que Jesús les otorga para luchar contra la fuerza del mal y vencerlo. Cuando los judíos piadosos viajaban por territorios extranjeros, para no contagiarse con ninguna costumbre pagana, evitaban llevar hasta el polvo que se pegaba a sus sandalias; de la misma manera, los discípulos de Jesús no deben imitar nada ni conseguir nada (actitud, sentimientos, acción…).
Jesús sigue acogiendo a la gente, les habla del Reino de Dios y cura a los que tienen necesidad de ser curados. Lucas pone de relieve que Jesús, los doce, los setenta y dos, y los demás discípulos obran en común como trabajadores del Reino de Dios.
En todo este acontecimiento de la Misión surge la figura de Herodes, y este hace la primera pregunta por la identidad de Jesús: ¿Quién es, pues, este de quien oigo tales cosas? pues mucha gente toma a Jesús por Juan el Bautista resucitado, por el profeta Elías o por otro profeta resucitado. Herodes no acepta esas interpretaciones. ¡Él quiere conocer a Jesús! (9, 7-9).
Los apóstoles regresan de su misión, le cuentan a Jesús lo que habían hecho. Jesús los reúne y se va solo con ellos en dirección a una ciudad llamada Betzaida. La muchedumbre lo supo y le siguió. Jesús los recibe nuevamente, los anima y les cura (9,11).