Jesucristo, Rey del Universo

Por eso Dios lo exaltó y le dio el nombre que está por encima de todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2, 9-11)

El Año Litúrgico culmina con la fiesta de Jesucristo Rey del Universo. La Iglesia, los fieles bautizados celebramos el misterio de Cristo, desde su nacimiento hasta su última y definitiva venida, a lo largo del Año Litúrgico. El centro lo constituye la muerte y resurrección de Jesús (Pascua).

El Año Litúrgico conmemora los hechos históricos de nuestra salvación, para actualizarlos y convertirlos, bajo la acción del Espíritu Santo, en fuente de gracia divina, aliento y fuerza para nosotros en el camino de la vida. Celebramos la presencia salvadora de Jesucristo en el tiempo para que lo reproduzcamos en nuestras vidas. Al celebrar el misterio de Jesús reconocemos en nuestras vidas, la vida del Hijo de Dios, asimilamos su mensaje y nos configuramos con El. Así, domingo a domingo; semana a semana.

Además de celebración, el Año Litúrgico es como una gran catequesis continua.

En el mundo helénico, Señor era el Rey; había entonces en la comunidad cristiana una cierta relación o equivalencia con Mesías, Ungido o Cristo. Jesús es el Rey pero no a modo político, sino como rector del cosmos y de todos los hombres. Así celebramos la culminación del recorrido y como un preanuncio del encuentro definitivo con el Señor.

En el Credo confesamos “Creo en la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica. La fe católica, en la medida en que se hace vida, posee una fuerza que integra y genera una unidad no estática, sino siempre en búsqueda de nuevas posibilidades. A la vez, en el cumplimiento de la misión dada por Jesús y como nota de su naturaleza, la Iglesia Católica tiende a la universalización, pero también en cumplimiento del mandato del Señor respetando al otro, no eliminando las diferencias sino encarnándose en la cultura de cada pueblo y buscando ser levadura de sus dinámicas

“Hemos de sostenernos firmes en la religión cristiana y en la comunión con su Iglesia, que es la católica.  Y católica la llaman no sólo los suyos, sino también todos sus enemigos. Porque de grado o por fuerza, aun los mismos herejes e hijos del cisma, cuando hablan no entre sí, sino con los extraños, a ninguna otra llaman católica sino a la Iglesia católica. Pues no pueden darse a entender si no la distinguen con este nombre con el que es conocida en todo el mundo” (San Agustín, De vera religione 7, 12)

No sólo por qué. ¿Para qué, para quiénes surgió de las aguas el istmo que llamamos Panamá? Pro mundi beneficio nos dicen ¿Y? Mirando hacia atrás y mirando hacia el futuro con esperanza-¿Qué sentido entre dos mares? Canal Interoceánico, haces de fibra óptica, electrónica cuántica, ¿y qué más? ¿Qué proyecto de país en este mundo con globalizaciones negativas, pero también con sus luces o posibilidades de luces?

“En el aspecto humano, la llegada de los descubridores a Guanahani significaba una fantástica ampliación de fronteras de la humanidad, el mutuo hallazgo de dos mundos, la aparición de la Ecumene entera ante los ojos del hombre, el principio de la historia universal en su proceso de interacción, con todos sus beneficios y contradicciones, sus luces y sombras.” (san Juan Pablo II, Homilía en Santo Domingo, 12 de octubre de 1984)

Cuando Jesús comenzaba su vida pública enseña a sus discípulos (nosotros hoy) lo que llamamos “bienaventuranzas” (Mateo 5). Todas ellas actitudes a tener en nuestras vidas y en nuestro quehacer con aquellos de quienes nos hacemos prójimos.

Confesamos en el Credo: “espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”. Escuchamos en la fiesta de Jesucristo Rey del Universo el evangelio según san Mateo (25, 31-45) que narra las palabras de Jesús a sus discípulos (nosotros hoy) sobre lo que llamamos “juicio final”. La “materia” del juicio es la conducta tenida haciéndonos prójimos y muy en particular prójimos de los más pobres, de los desvalidos, de los excluidos del banquete de la vida. No importa la causa, el hecho es que esta es su situación

Tanto en las “bienaventuranzas” como en el “día del juicio” se trata de humanidad, de personas, las cuales, además, llevan implícita la casa donde viven, la casa común: este planeta Tierra. Es una universalidad no excluyente y donde no cabe la indiferencia sino la gratuidad de la misericordia.

Mes de la Patria para los discípulos del Señor en una iglesia en estado de misión y preparando la JMJ, es espacio para ahondar a la luz de Jesucristo, en nuestra identidad panameña, nuestro lugar y tarea en este mundo; nuestro aporte como levadura, sal, a proyectos y realidades de país a esa mundo en construcción.

Mons. Pablo Varela Server  / Obispo auxiliar