Hombre y mujer los creó, Gn 1.27

Como es de nuestro conocimiento, la Sagrada Escritura no es un libro de historia ni de ciencia, es el libro en el que está contenida toda la Revelación de Dios; nos va mostrando a través de toda la historia de la salvación, la verdad revelada, sobre todo, cuanto existe y cómo el Creador ilumina la vida de la humanidad y de la creación entera a través de la inspiración divina contenidos en la Biblia.
Un hecho fundamental contenido al inicio de la misma creación es la figura del hombre y la mujer. Creados a su imagen y semejanza, los pone al frente de toda la creación para dominarla, someterla, para administrarla y sean custodios de todo cuanto Dios pone en sus manos. De este modo, el ser humano se convierte en el protector de las maravillas que se le ha confiado, y de modo admirable ha de cuidar del don de su propia vida y de toda vida humana. En la expresión: “no es bueno que el hombre esté solo”, Dios le da a la mujer para que encuentre en ella compañía y ayuda, para protegerla y transmitirle a través de un sentimiento profundo la felicidad verdadera.
El Creador ha dotado al ser humano de inteligencia, le ha comunicado su sabiduría, y le ha dado la capacidad de razonar, de planificar, organizar, programar, edificar, discernir y decidir, lo ha dotado de conciencia y de razón para que pueda alcanzar la verdad de todo cuanto le rodea y valorar todo cuanto existe. Pero también lo ha dotado de sentimiento, la capacidad de amar en todo el sentido bíblico, es decir, que le dio el don de realizarse plenamente cuando orienta su vida al cuidado y a la entrega de aquellos seres que lo rodean, y su vida se convierta en una donación para sus semejantes, al punto de amar a la humanidad, amar a su pueblo, amar a sus amigos y compañeros, amar a su familia, a sus hijos y de un modo más sublime y profundo, el hombre amará a su mujer como parte de su propia vida.
En la expresión “hombre y mujer los creo” se muestran aspectos antropológicos que manifiestan la complementariedad que da cumplimiento a la unión de ambos, aspectos físico-biológicos, psicológicos y espirituales que hacen al hombre ser hombre y a la mujer ser mujer y que realiza dentro de la diversidad de ambos, realidades que los une íntimamente de modo que ambos encuentran mutuamente el complemento perfecto para su vida. Es un vinculo que los une de un modo tan profundo y admirable que llegan a reconocerse como “carne de mi carne y huesos de mis huesos”; es una unión bajo ese vínculo del amor que Dios ha dado a ambos para juntos, amándose toda la vida, alcancen la realización plena de sus vidas a través de la vida matrimonial.
El dejar a su padre y a su madre para unirse a su mujer y formar un solo ser, como lo expresa este designio inicial de Dios al crearlos, contándolos del amor propio de los esposos que se aman, los constituyen en un solo ser, que no es una unidad física, sino esa unidad de vida que produce el verdadero amor, el amor que dignifica, el amor que protege, defiende y piensa siempre en la felicidad del ser amado. De este amor esponsal que experimentan el hombre y la mujer se va generando la vida en los hijos. En todo este misterio de la complementariedad de ambos se da paso a una nueva vida, los hijos.
Ambos tienen esa responsabilidad natural que se va desarrollando en ellos mismos, la paternidad y la maternidad, entendida no solamente desde un plano biológico, sino a toda la experiencia de vida que vive un ser humano en el ambiente de amor que se da en una familia, del amor de los esposos que alimenta la vida del hogar, del fruto de ese amor mutuo que viven sus padres. El desarrollo y la madurez humano- afectivo, sexual-integral, se va logrando de una manera satisfactoria y saludable cuando en el amor de los esposos y que ellos transmiten a sus hijos, los va modelando y les enseña a amar de verdad, haciendo de la familia una escuela de amor de vida, donde se aprende a defender y salvaguardar al otro, donde se reconoce el valor y la dignidad del otro, donde se aprende a perdonar y aceptar al otro.
Todo ser humano es reflejo del amor y de la convivencia del hombre y la mujer que Dios ha creado para el amor, para que ese amor de ambos dé fruto y se manifieste en toda convivencia humana. Cuando al Divino maestro le preguntan sobre el tema del divorcio o la separación del hombre con su mujer, y cuando hoy nos preguntamos sobre la desintegración familiar, sobre el maltrato, la infidelidad conyugal, el miedo a comprometerse para toda la vida con alguien; cuando nos preguntamos porqué hay personas tan violentas o apegadas a muchas cosas superficiales más que interesados por la vida de quienes los rodea, su respuesta es siempre la misma: por la dureza del corazón, porque se nos ha olvidado amar, que Dios nos ha creado para la felicidad a través del amor, “hombre y mujer los creo” para el amor.
Jesús al citar la creación del hombre y la mujer en el génesis nos invita a volver al designio de Dios, al inicio, a ese ideal del Creador de que todo cuanto existe y sobre todo en las relaciones entre unos y otros, tengan como fundamento, el amor que el Señor le ha comunicado al hombre y a la mujer para que sean uno.

Mons. Rafael Valdivieso Miranda / Obispo de la diócesis de Chitré