Espiritualidad y preparación para la JMJ (VII)

Espiritualidad y preparación para la JMJ (VII)

El encuentro personal
con Jesucristo
Toda persona ha llegado a ser lo que es por los encuentros que se han producido en su vida, desde el momento de la concepción hasta hoy; y todo encuentro termina por enriquecer a la persona, sobre todo si uno lo sabe situar en su interior, porque todo encuentro con otro afecta a lo más íntimo de la persona humana ¡Cuánto más si esa persona es Cristo!
En la JMJ Cristo viene a nuestro encuentro en la persona del Sumo Pontífice y de todos los peregrinos. La persona humana, invisible en su intimidad, se manifiesta por símbolos, gestos, actos. El encuentro con Dios ocurre de la misma manera que el encuentro entre personas. Dios “a quien nadie ha visto jamás” (Jn 1, 18) también se nos manifiesta de forma simbólica. Este acontecimiento histórico, la JMJ, está cargado de presencia de Dios: el clamor del corazón, la alegría desbordante, el deseo de conversión, el anhelo de ser diferente, etc. Manifestaciones que ya hay que saber acoger y trabajar en los jóvenes y las familias para adquirir una verdadera espiritualidad del evento.
Es así como “todo se vuelve lugar de encuentro con Dios y expresión del mismo Dios”; pero “la manera más completa de manifestación de Dios ha sido y es su Hijo Jesucristo”, con su talante personal y su manera de relacionarse con los demás y de presentar al propio Dios como Padre; a través de sus gestos y palabras, de sus compromisos, de su forma de entender y de relacionarse, dando su vida por amor en bien de los demás. El verdadero encuentro se da cuando nos encontramos con Cristo y tratamos de reproducir en nuestras vidas la experiencia que Jesús tuvo de encuentro con el Padre y con las personas, sus hermanos.

Que dice el Evangelio del
encuentro personal
Según los Evangelios, encontrar a Jesús es siempre ser encontrados por él: “No me eligieron ustedes a mí, fui yo quien los elegí a ustedes y los destiné a que se pongan en camino y den fruto; y un fruto que dure; así, lo que pidan al Padre en mi nombre, se los dará” (Jn 15,16).
En Juan (1, 35-42), se narra una experiencia de encuentro, que expresa bien lo que les sucede a muchos discípulos. Conviene analizarlo y reflexionar:
• Juan Bautista abre camino para que aparezca Jesús: “Este es el cordero de Dios”.
• Los discípulos le ven y le siguen: “fueron detrás de Jesús”. Este seguimiento es ya una adhesión a su persona y una aceptación de las consecuencias de ir tras él.
• Es Jesús quien interpela: “¿qué buscan?”. Jesús quiere que se definan desde el principio.
• Los discípulos responden con otra pregunta: “¿dónde vives?”. Es una manera de expresar su voluntad de participar, no sólo en su seguimiento, sino en la intimidad de Jesús.
• Jesús asume el seguimiento y los lleva a su terreno: “Vengan y verán”. • Los discípulos se quedan con él aquel día y a partir de ese momento descubren al Mesías y deciden seguirle: “Hemos encontrado al Mesías”. Deciden compartir su misión.
• Juan no olvida que ese hecho ocurrió a las “cuatro de la tarde”. La JMJ es una de esas “cuatro de la tarde” para encontrar a Cristo, así como es la Iglesia, el mundo, los otros y nosotros mismos.
• Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías” – que quiere decir, Cristo. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas” – que quiere decir, “Piedra” (Jn 1,40-42). El encuentro con Cristo nos hace promotores de su venida, de su manifestación, y colaboradores del bien de los demás.
Necesitamos una madura preparación espiritual para este encuentro con Cristo vivo, que tendremos con la realización de la JMJ. El animador hace el papel de Juan el Bautista para los jóvenes que guía hacia Cristo, es la punta de lanza que va abriendo el corazón del joven para saber aprovechar esta venida, este encuentro con Cristo. Los jóvenes hacen el papel de los discípulos que buscan al Señor y desean seguirle.