Espiritualidad y preparación para la JMJ (IV)

Espiritualidad y preparación para la JMJ (IV)

Hemos dicho que la JMJ es una oportunidad para encontrar a Dios, renovar la Fe y volver a nacer, y que para encontrar a Jesús nos hemos de poner en camino con tres actitudes: llevando una vida a la escucha de Dios, como María Virgen; estando activos en la caridad, como Ella; agradecidos y vigilantes en la oración.

Llevando una vida a la Escucha de Dios
como María Virgen
María, la Virgen de la escucha y la contemplación, como la llama el Papa Francisco, es la primera discípula de su amado Hijo, hija predilecta del Padre y revestida de todos los dones de la gracia, modelo incomparable de escucha, de atención y seguimiento en el amor a Dios y en el servicio al prójimo” (Carta Apostólica a los Consagrados”, 21-11-2014).
María sabe escuchar a Dios. No es un simple oir, saber, sino un atender, acoger y ser disponible a Dios y al bien del prójimo. Hemos de aprender el modo de María, con atención a lo interior, en actitud de amar y de hacer lo que Dios pida.
Recordemos la promesa divina: “Me encontrarán cuando me busquen de corazón” (Jer 29, 12-14; 31,33-34). Además de enseñar a escuchar a Dios, enseña a escuchar los hechos, a leer los acontecimientos de la vida, ayudándonos a ir a lo profundo de cada vivencia para encontrar la acción de Dios en todo lo vivido: “porque no hay nada imposible para Dios” (Lc. 1,37). Nuestra preparación ha de enseñarnos a escuchar de Dios que nos habla en el presente, acogiendo y liberando el pasado que impide seamos libres, y proyectando al joven al futuro con ilusión, con alegría, con certeza de vida en Dios como María Virgen.

Estando activos en la Caridad
como María Virgen
“María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19.51); y en el momento decisivo de la anunciación del ángel, Ella pregunta: “¿Cómo sucederá esto?” (Lc 1,34). María Virgen enseña a realizar una preparación activa para la espera y recibimiento del Hijo de Dios. Ella como “esclava-servidora del Señor” (Lc 1,38) ante la elección divina, da ejemplo de espera activa no pasiva, de una vida atenta a los hechos, a las necesidades de la Iglesia, a los peligros y problemas de nuestros prójimos, como se manifiesta Ella en Caná de Galilea (Jn 2,1-11).
En la preparación para la JMJ hemos de ayudar a los jóvenes a prepararse para saber tomar decisiones, saber acoger los compromisos, saber decidir por sí mismos, y ser valientes en la fidelidad y pureza con la que se viven los compromisos. María es maestra y modelo para realizarlo como se debe hacer por vocación. María en la anunciación, en la Visitación, en las bodas de Caná es una joven comprometida, valiente, con convicción de fe y de amor en lo que espera, aun cuando va contracorriente en todo; pero decide confiarse totalmente en Dios con perseverancia, y es lo que hace ser la “Sierva de Dios” y modelo de vida de perfección.

Viviendo agradecidos y comprometidos
en la oración como María Virgen
Cuando María entiende que es Dios quien le visita y la ha elegido, y sabe qué cosa le pide Dios, qué es lo que le solicita ser y hacer, no tarda en su respuesta: “He aquí la esclava del Señor” (Lc 1,38). El actuar de María es una consecuencia de su obediencia a las palabras del ángel, pero unida a la caridad: va a Isabel para hacerse útil; y en este salir de su casa, de sí misma, por amor, lleva cuanto tiene de más precioso: Jesús; lleva a su Hijo. “La gracia del Espíritu Santo no comporta lentitudes” (San Ambrosio).
La preparación para la JMJ, ha de llevarnos a trabajar la paz y alegría interior con nuestra historia, lo que Dios ha hecho con nosotros, a valorar con agradecimiento nuestra vida, y a despertar en el valor del compromiso en bien de la Iglesia. Al entender hemos de trabajar en poner en práctica lo entendido, a ejemplo de María, que sin demora dio respuesta al ángel, y sin demora se puso en camino a ir al encuentro con su prima Isabel, para llevarle su ayuda, su alegría y fortaleza, su caridad. Parafraseando a su Hijo Jesús, bien podemos decir “dichosos quienes, como María, escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (cf. Lc 11,28).